Charla entre amigos

El baloncesto es un pañuelo. Un mundillo en el que los lazos sociales van tejiéndose a lo largo de los años y apretándose en amistades. Seguramente, si se hiciera una estadística mundial, más que los títulos y las victorias, el legado que le queda a cualquier deportista es las personas que ha conocido en su camino. Es la vida.

Caminar por los Torneos MHL Sports intentando pasar desapercibido es algo tremendamente complicado. No sólo por el volumen corporal de los atletas o porque haya caras reconocidas por su pasado o presente profesional, sino porque cruzarse con alguien conocido es una cuestión inevitable. En la época de las redes sociales, del contacto inmediato, no hay más que hacer cola en el comedor o pasear por El Olivar para tener un encuentro casual con ese amigo que hace tiempo que no ves.

A Nacho Rodilla lo reconoce un chaval. Se sorprende de que sepa su nombre. “Ahora que no salen los partidos en la televisión pocos chicos conocen los nombres de los jugadores de la Liga Endesa. En nuestra época era diferente. Mi hijo juega al básket, pero con los amigos sólo habla de fútbol. Es lo que ven”, dice el actual coordinador de la cantera del Fuenlabrada, dirigiendo en Zaragoza al cadete y al junior. El técnico hace turno como cualquier hijo de vecino para coger su bandeja y pasar a comer por el bufé del Olivar.

Por detrás sube las escaleras deprisa su escolta. No es en sentido figurado. José Luis Maluenda, ‘Malu’, sabe que se encontrará con sus compañeros de mil batallas en la planta de arriba. Al verse se dan un fuerte abrazo. Hace tiempo que no están juntos como lo estuvieron tantas veces en la rotación exterior de la Fonteta. “Nos vemos en Valencia, normal, punto de encuentro para ambos”, dice Rodilla. “Y en el grupo de whatsapp que tenemos los veteranos”, añade Maluenda con esa sincronía de los que han compartido todo.

Y todo son cinco temporadas en el Pamesa Valencia, donde son una institución. Rodilla tiene su ‘11’ colgado de la fuente de San Luis. Maluenda fue uno de los artífices de esa Copa del Rey que ganaron en el 1998. Las anécdotas saltan de boca en boca, aunque el discurso se queda en el presente, en saber cómo estás y cómo te va. El destino los ha juntado en los Torneos MHL Sports, donde, ríete con todo el baloncesto que llevan encima, son unos debutantes.

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José Luis Maluenda, bilbilitano de nacimiento y criado en la cantera del Zaragoza, forma parte de la organización del evento. Nacho Rodilla prepara con el Fuenlabrada el final de la temporada de la exigente federación madrileña. “No pretendemos sólo ganar sino que los chavales se atrevan a jugar, que creen y disfruten. Desde ahí a todos nos gusta ganar y competir, pero es evidente que el máximo nivel del torneo es el que nos va a demostrar donde estamos”, dice uno de los primeros bases españoles en jugar al primer nivel viendo la vida casi desde los dos metros.

Maluenda mantiene el tipo fibroso que lo definió como un escolta rápido, más defensor que anotador, pero con buenas rachas de tiro. Un jugador de esos que admira la grada por su pundonor, con mucho oficio hasta que una lesión le cortó su trayectoria, aunque siguió jugando varias temporadas a un alto nivel, para retirarse en su Calatayud. “Ahora es más complicado llegar por la globalización del deporte. Hay que seguir trabajando y esperar a que alguien te vea, confíe en ti, pero hay que mantener la ilusión”, advierte el aragonés a las nuevas generaciones.

Nacho, de Lliria, le escucha y cabecea. Él sigue en las órbitas de los aros y las canastas como formador. Centrado en la evolución técnica, esa que a él le hizo internacional y ganador de una ULEB (2002-03), adiestra a los proyectos de un Fuenlabrada que va sacando jugadores en silencio, sin tanto brillo como otras canteras, pero con mucho trabajo y esfuerzo. “Los chicos deben centrarse en mejorar y disfrutar. Desde ahí a cada uno nos pone la vida en un sitio. No todos valen para lo mismo, pero lo que hagas debes hacerlo con ilusión”, insiste el valenciano.

Se sientan en la misma mesa y siguen charlando y charlando. Les rodean multitud de colores. Camisetas y chándales en un arco iris multicultural de todas las partes de España. Y hasta de Finlandia. 2.500 criaturas, cómo para no encontrarte con algún conocido. “Me ha sorprendido el tinglado que hay montado, no solo la cantidad de equipo, sino todo lo relativo a los comedores, a los desplazamientos, voluntarios, la logística necesaria para mover todo esto. Es digno de ver”, aclara José Luis Maluenda.

En su época, como canterano del CBZ, no había este tipo de torneos por lo que el zaragozano reconoce sentir “envidia”. “Se ha multiplicado todo por 100. Tienes repertorio para satisfacer todas las necesidades. Antes íbamos a jugar contra cuatro o cinco equipos de un nivel medio alto y eso hacía que otros clubes no pudieran entrar. Ahora se crean más vínculos entre todos los niveles y es positivo para poder granjear amistades que pueden quedarse de por vida”, finaliza Nacho.

Amistades de por vida. Por el baloncesto. Como la de Nacho y Malu.

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